
Bienvenidos, queridos hermanos, a esta lección número 16 del curso bíblico popular. En esta lección vamos a explicar de forma clara y ordenada cuáles fueron los criterios que la Iglesia Católica utilizó para declarar que un libro está inspirado por Dios y forma parte de la Biblia, y por qué otros escritos, aunque hablen de Dios, no fueron reconocidos como inspirados.
Este estudio forma parte de una serie progresiva. Si aún no has visto las lecciones anteriores, es muy recomendable hacerlo para comprender mejor el contexto histórico y doctrinal de la Biblia.
Introducción: ¿por qué fue necesario definir los libros inspirados?
La Biblia no cayó del cielo ya formada. Durante los primeros siglos del cristianismo existieron muchos escritos religiosos: evangelios, cartas, relatos y enseñanzas atribuidas a apóstoles o a personajes bíblicos. Algunos eran auténticos, otros no.
Por esta razón, la Iglesia tuvo que discernir, con oración, estudio y guía del Espíritu Santo, cuáles libros eran verdaderamente inspirados por Dios y cuáles no debían formar parte de la Sagrada Escritura.
¿Cuándo se definió el canon de la Biblia?
Desde los primeros siglos, la Iglesia ya reconocía ciertos libros como inspirados y rechazaba otros. Sin embargo, las primeras decisiones formales sobre el canon bíblico se dieron en:
- El Concilio de Hipona (año 393)
- Otros concilios posteriores
- La definición final en el Concilio de Trento (año 1546)
Este proceso tomó siglos, lo que demuestra que no fue una decisión apresurada, sino un discernimiento profundo y responsable.
La autoridad de la Iglesia en el canon bíblico
En la raíz de este discernimiento está la autoridad que Cristo entregó a Pedro cuando le dio las llaves del Reino. Esta autoridad permanece en sus sucesores, los papas, asistidos por el Espíritu Santo para custodiar la fe y la verdad revelada.
Gracias a esta misión, la Iglesia pudo definir con certeza cuáles libros pertenecen a la Biblia sin error en materia de fe y costumbres.
Criterios utilizados por la Iglesia para declarar un libro inspirado
1. Origen apostólico
Un criterio fundamental fue que el libro tuviera como autor a un apóstol o a un discípulo directo de un apóstol. Por ejemplo:
- Los Evangelios
- Las cartas de San Pablo
- Las cartas de San Pedro, San Juan y otros escritos apostólicos
Muchos libros apócrifos surgieron siglos después y solo usaban el nombre de un apóstol para aparentar autoridad.
2. Uso en la Iglesia primitiva
La Iglesia observó qué libros eran leídos y utilizados de manera constante en las primeras comunidades cristianas fundadas por los apóstoles.
Los escritos que formaban parte de la liturgia, la enseñanza y la vida de fe de estas comunidades fueron reconocidos como auténticos.
3. Coherencia doctrinal
Un libro debía ser coherente con el resto de la Revelación. Es decir, su enseñanza debía armonizar con:
- La fe transmitida por los apóstoles
- El contenido de los otros libros bíblicos
- La enseñanza de Jesucristo
Si un escrito contradicía la doctrina cristiana o el mensaje evangélico, era descartado.
4. Canon del Antiguo Testamento
Para el Antiguo Testamento, la Iglesia asumió el canon ya recibido por el pueblo judío, el mismo que Jesús conoció, citó y vivió.
Cristo nunca rechazó los libros del Antiguo Testamento; al contrario, afirmó que venía a darles plenitud.
¿Qué pasó con los libros apócrifos?
La Iglesia no destruyó ni ocultó los libros que no fueron declarados inspirados. Al contrario, los conservó, permitiendo que hoy podamos estudiarlos como documentos históricos y religiosos, aunque no formen parte de la Biblia.
Gracias a la Iglesia Católica conocemos hoy los llamados libros apócrifos.
Conclusión
La Biblia es el alma de la fe católica. Comprender cómo se formó y cuáles fueron los criterios para declarar un libro inspirado nos ayuda a amar más la Palabra de Dios y a valorar la misión de la Iglesia.