Saltar al contenido

El autor de la Biblia: Dios

Muy buen día tengan todos ustedes, queridos hermanos. Reciban un saludo fraterno hasta donde quiera que sigan estas lecciones sobre la Biblia, sobre lo que es la Biblia y sobre lo que nos enseña. En esta ocasión llegamos a la lección número siete, en la cual vamos a hablar sobre el autor o los autores de la Biblia, teniendo muy claro desde el inicio que el autor principal de la Sagrada Escritura es Dios mismo.

Sean todos bienvenidos. Les invito, como siempre, a que si es posible comiencen estas lecciones desde la número uno, para que puedan comprender mejor todo el proceso y el contenido que estamos estudiando. También es muy importante que tengan su Biblia a la mano, preferentemente una Biblia católica de traducción católica. Yo utilizo la Biblia Latinoamericana, pero cada uno puede usar la Biblia católica que tenga en su casa. Más adelante tendremos una lección específica donde hablaremos sobre cuáles son las Biblias católicas.

En esta lección estamos reflexionando sobre el autor de la Biblia. Como base, estoy utilizando el Curso Bíblico, un curso sencillo, muy introductorio, pero sumamente valioso para comprender el entorno de la Biblia: qué es, por qué se lee, qué sucede cuando la leemos y por qué es diferente a cualquier otro libro.

La Biblia no es un libro común

Aunque la Biblia la vemos como un libro normal, con páginas, letras, capítulos y versículos, no es cualquier libro. Ya hemos explicado en otras lecciones que la Biblia es en realidad un conjunto de libros, algo parecido a una enciclopedia compuesta por muchos escritos unidos entre sí. Ese conjunto es lo que llamamos Biblia.

Por eso, cuando alguien pregunta: “Padre, ¿quién escribió la Biblia?”, la respuesta fundamental es clara y firme: el autor de la Biblia es el Espíritu Santo. Él inspiró a hombres que redactaron la Sagrada Escritura, muchas veces sin ser plenamente conscientes de la grandeza de lo que estaban escribiendo.

A diferencia de los libros modernos, donde el autor suele presentarse y hablar de sí mismo, en la Biblia el autor humano casi nunca es lo importante. En la mayoría de los libros bíblicos no se nos dice claramente quién los escribió, porque lo esencial no es el instrumento humano, sino Dios que habla a través de ellos.

Dios, autor principal, y los autores secundarios

Por eso afirmamos con toda claridad que Dios es el autor principal de la Biblia. Él se sirvió de hombres concretos para escribir su mensaje, y a estos hombres los llamamos autores secundarios.

Dios inspiró a Mateo, Marcos, Lucas, Juan, san Pablo, Moisés y muchos otros. En algunos libros sabemos con certeza quién fue el autor secundario; en muchos otros, no. Aproximadamente en un gran porcentaje de los libros bíblicos desconocemos el nombre exacto del autor humano, y eso no es un problema, porque lo más importante no es quién escribió, sino quién inspiró lo escrito.

Dios, cuando quiso contarnos sus secretos, fue escribiendo sus “cartas” de amor a la humanidad, sirviéndose de escribanos a lo largo del tiempo. Cada uno escribió según su cultura, su lenguaje, sus conocimientos y su época, sin dejar de ser guiados por el Espíritu Santo.

Por eso encontramos en la Biblia expresiones propias del pueblo, modismos del lenguaje y características culturales de cada tiempo. El Antiguo Testamento fue escrito principalmente en hebreo, con algunas partes en arameo y griego. El Nuevo Testamento fue escrito en griego. Todo esto forma parte del modo humano que Dios utilizó para comunicarse con nosotros.

La inspiración divina de la Escritura

Podemos decir entonces que la Biblia tiene dos tipos de autores:
Dios, como autor principal, y los hombres, como autores secundarios.

Estos autores secundarios fueron inspirados por el Espíritu Santo de tres maneras muy concretas:

Primero, Dios iluminó su entendimiento, para que comprendieran lo que Él quería comunicar.
Segundo, movió su voluntad, para que escribieran todo y solo lo que Dios quería decirnos.
Tercero, los asistió y protegió, para que no se equivocaran en aquello que era necesario para nuestra salvación.

La Biblia lo afirma claramente

San Pablo lo expresa con claridad en la segunda carta a Timoteo, capítulo 3, versículo 16, donde dice:
“Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para rebatir, para corregir y para guiar en el bien”.

La Palabra de Dios no fue dada para pelear, sino para enseñar, corregir y guiar a las personas por el camino del bien.

También san Pedro lo confirma en su segunda carta, capítulo 1, versículo 21, cuando afirma:
“Ninguna profecía ha venido por iniciativa humana, sino que los hombres de Dios hablaron movidos por el Espíritu Santo”.

Esto deja claro que la Biblia no es una obra humana, aunque haya sido escrita con manos humanas.

Biblia, Tradición y la Iglesia

No todos los libros antiguos son inspirados. Existen muchos escritos cristianos antiguos que forman parte de la Tradición de la Iglesia, pero no de la Sagrada Escritura. La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, fue quien discernió qué libros eran inspirados y formaban parte del canon bíblico.

El Concilio Vaticano II enseña que todos los libros de la Biblia, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, porque tienen a Dios como autor y fueron confiados a la Iglesia.

Todos los autores del Nuevo Testamento fueron apóstoles o discípulos directos de los apóstoles, miembros de la Iglesia primitiva, la Iglesia católica. Por eso afirmamos con respeto y claridad que la Iglesia recibió, custodió y transmitió la Sagrada Escritura desde el inicio.